Cuando la concesión de hipotecas estaba en plena expansión, sin importar el riesgo o el nivel de endeudamiento, nadie se paró a señalar una práctica que permitió la venta fácil en inmobiliarias con pocos escrúpulos. Los avales cruzados, que ahora asfixian a miles de ciudadanos, muchos de ellos inmigrantes, con el impago de más de una hipoteca, fueron moneda corriente en un tipo de estafa que burló los sistemas de vigilancia del riesgo de los propios bancos y cajas.
Este artículo de Ana del Barrio en El Mundo explica algunos casos reales de afectados por esta práctica: «Era la época de las vacas gordas, de la burbuja inmobiliaria, del boom económico, cuando comprar un piso parecía sencillo y entidades bancarias y compañías inmobiliarias daban todo tipo de facilidades. Entonces comenzaron a proliferar los avales cruzados, primero, entre familiares, luego, entre conocidos; al final, con gente a la que no habían visto en su vida. La propia inmobiliaria se encargaba de poner en contacto a los clientes, incluso el mismo día en que firmaban la escritura.»
«(...) ¿Cómo era posible que una persona con una nómina pudiese avalar a otras dos para que se comprasen un piso? El truco era fácil. Consistía en hacer las transacciones muy rápidamente antes de que constasen en la información Cirbe y que fueran detectadas por el Banco de España. La Cirbe es una base de datos donde figura el historial de endeudamiento de cada cliente. Este proceso tarda unos dos meses, periodo que aprovechaban inmobiliarias y bancos para realizar los avales cruzados.» Del artículo "Pago mi letra pero debo otros dos pisos que avalé".
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