La OCDE desata el pánico
En esta ocasión, es la OCDE la organización internacional que lanza un nuevo mensaje de advertencia. El motivo de la alerta es el mismo del que ya se ocupara el FMI o el Banco de España: el descontrolado crecimiento de los precios de la vivienda y el riesgo que supone la existencia de una burbuja inmobiliaria. El estudio de la OCDE viene a decir que una caída brusca en los precios se puede dar si concurren unas circunstancias determinadas. Que haya prevista una subida de los tipos de interés parece haber abierto el camino a esa posibilidad, de modo que donde antes se quitaba hierro al peligro de burbuja hoy se señala el temor de que sean ciertas las previsiones y en el medio plazo se produzca una caída brutal en el mercado inmobiliario. Sea o no brutal, que haya una caída de precios ya será importante. Pero lo que más llama la atención es que, si se toma en consideración esa hipótesis, al menos se está evidenciando que nadie duda de la existencia de la burbuja. Lo que antes afirmaban sólo unos pocos, ahora lo percibe la mayoría.
Advertir de que cuanto más crezca, más riesgo existe de que el negocio del ladrillo se estanque o entre en una aguda crisis, es algo que se ha venido haciendo desde hace tiempo. La OCDE no aporta nada nuevo, excepto un elemento que pone de los nervios a muchos: que sea una entidad de alto rango la que apunte hacia esa incertidumbre puede acelerar el proceso de ajuste en el mercado; en el caso más extremo, si todos creen la previsión, efectivamente se cumplirá al producirse ventas de inmuebles por el miedo a que bajen los precios. En cualquier caso, el riesgo real puede producir un descenso en el precio de los pisos o una desaceleración. Bastantes expertos se muestran prudentes y dicen que lo más probable es lo segundo. Ese es el objetivo del Gobierno, que cuando era oposición se sumó a la tesis de la burbuja a punto de estallar pero que ahora, lógicamente, va a intentar por todos los medios que tal eventualidad no suceda. El ministro Solbes dice que los precios se desacelerarán. Si por el contrario bajan, los nuevos responsables de la política de vivienda tendrán la sensación de encontrarse de repente con la herencia del ladrillismo fomentado en las dos legislaturas anteriores. La afluencia al mercado de las prometidas viviendas de protección oficial puede ayudar también al enfriamiento del 'boom' inmobiliario.
Los riesgos son los mismos que hace unos meses. Nadie querrá que pinche la burbuja por las consecuencias sobre el crecimiento económico. Aunque el fin de la fiebre del ladrillo podría tener efectos positivos tras el periodo de catarsis. Pero como bien demuestra el editorial de hoy de "El País", el mensaje de serenidad es imprescindible para que no eche todo el mundo a correr por el pánico inmobiliario. Hablar de la burbuja y confiar en que no habrá pinchazo repentino es justamente la fórmula que se está poniendo en práctica para que la gente se calme y el precio de la vivienda no dé más sustos desagradables. Argumentos de "El País": «La experiencia contradice abiertamente la hipótesis de una "caída brutal" de precios de la vivienda. Que se recuerde, en España no se ha registrado un descenso de precios drástico en los últimos treinta años (...) La probabilidad mayor debe atribuirse a una desaceleración paulatina de los precios; tan paulatina que puede ser inapreciable a corto plazo.»
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