Como nos enseñó Irving Fisher, la deflación de activos, en este caso la caída del precio de la vivienda, hace que cada día la deuda sea más insostenible y acaba por no pagar. Los inversores internacionales temen que no podamos devolver nuestras deudas y por eso no nos compran más bonos. Como nuestros bonos no pueden emitir bonos, no pueden dar crédito. Como no dan crédito, muchas familias que piensan que los precios de la vivienda ya son atractivos no pueden conseguir una hipoteca. Entonces, la demanda y los precios de la vivienda caen más, los inversores temen el impago y vuelta a empezar con el círculo vicioso.
Por esta razón, es necesario que los precios caigan hasta un nivel atractivo para la compra pero hay que evitar la sobrerreacción. El mayor riesgo de sobrerreacción es la creación del banco malo para sanear los activos inmobiliarios del sistema bancario que puede acabar gestionando más de 100.000 viviendas. Una opción sería crear un banco bueno y poner la mayor parte de esas viviendas en alquiler. Esto evitaría que en momento de expectativas negativas sobre la evolución futura, restricción de crédito y demanda de vivienda muy débil, la salida al mercado de esa inmensa cantidad de pisos a la vez desplome los precios.
"Banco malo, precio de la vivienda y depresión" (José Carlos Díez, 21-10-2012)
Auge y caída del sector inmobiliario español ~ La crónica de la burbuja del ladrillo desde sus inicios
24 octubre 2012
El banco malo y el desplome de la vivienda
El economista José Carlos Díez analiza en su blog el impacto que un determinado diseño del "banco malo" puede tener en los precios de la vivienda, y por ende en el sostenimiento de la deuda privada del ladrillo. Compara la política de asumir los todos los activos tóxicos con el único fin de liquidarlos en el mercado mediante venta, y no gestionarlos en régimen de alquiler, con "obligar a un enfermo con empacho
acabarse la comida de la nevera para no tirarla".
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